Ryan Gosling y Rachel McAdams, los actores debían amarse, pero no se soportaban. En el rodaje se la pasaban discutiendo. Y eso que tenían más cosas en común que situaciones diferentes. A saber. Eran jóvenes, eran talentosos y eran canadienses, es decir entendían todos los chistes que les hacían por su acento. Además los dos venían de la misma ciudad: London. No la megalópolis del Reino Unido sino la más humilde en Ontario y nacieron en el mismo hospital.
Pero la relación entre los actores no fluía. Al contrario se miraban con desprecio. Su mala relación no era un secreto. Gosling que siempre se mostraba simpático y amable con todos, con Rachel se mostraba furibundo y poco paciente. Es cierto que no se lanzaban elementos de utilería en la cabeza ni se pellizcaban en escena. Pero mantenían una esgrima verbal constante, además de las luchas de miradas, los bufidos y las caras de “no te soporto ni quiero disimular”.
Un día debía ensayar una escena ante 150 personas. Se acercó hasta el director, sin disimular y en voz alta le pidió que sacara a Adams y llevara otra actriz. El director no creía lo que escuchaba, alcanzó a preguntar ¿qué? ¿cómo? Y recibió como respuesta: “No puedo. No puedo hacerlo con ella. No estamos sacando nada positivo”.
La mala relación había llegado a un punto de no retorno. Perdido por perdido, el director propuso una jugada que o le salía de maravillas o terminaba con los protagonistas presos. Se encerró con ellos y un productor en una habitación y les dijo: “Rachel, Ryan, por favor, hablen”.
Los actores se miraron, se “midieron” y entonces la bronca estalló. Empezaron con un tono de voz relativamente normal para pasar a discutir con vehemencia. Ryan recordó que para preparar su papel había adelgazado nueve kilos ya que debía parecer más joven. Además había aprendido a remar y debía usar unos incómodos lentes de contacto marrones porque sus ojos eran azules. Mc Adams, lo miró con cara de ¿y qué? Le recordó que ella había tomado clases de protocolo y ballet para ser una Allie creíble.
Lejos de felicitarla, Ryan le recriminó a Rachel cómo encaraba a su personaje. La actriz se levantó de su silla y aunque mide apenas 1,63 tomó la altura de un gigante para defender a su personaje. Lo hizo con tanta firmeza y aunque parezca chiste, con tanta altura, que Gosling se asombró. Mc Adams quería que su compañero hablara pero lo dejó sin palabras. Cuando salieron del cuarto, ambos se sintieron aliviados y cambiados.
El tiempo pasó como pasó el éxito de Diario de una pasión, pasaron los aplausos. Dos años después, Gosling y McAdams se encontraron en Nueva York. Lejos del set y sus presiones, los actores se preguntaron si no estaban equivocados acerca de lo que pensaban el uno del otro. Charlaron, se escucharon. Seguramente compartieron anécdotas y recordaron que todo no era como lo recordaban. Y sin proponérselo, ya no como Allie y Noah, pero sí como Ryan y Rachel, se enamoraron. No sabemos si como sus personajes se besaron bajo la lluvia e hicieron el amor en una mesa de cocina, lo que sí sabemos es que se les veía felices y radiantes. Para algunos actores hay más posibilidades de filmar una buena historia de amor que de vivirla. Ellos tuvieron ambas.